12/10/14

Sexo, vidas privadas e Internet

La nota "La privacidad de las vacas" pretendió bajo ese título  llamar la atención del lector, no para defender algún derecho que pudieran tener los animales, sino, antes bien, para resaltar cómo podía vulnerarse la privacidad gracias a las actuales tecnologías. En esta nota retomo el mismo tema: privacidad y tecnología.[1]

El asunto se resume de este modo: acaba de lanzarse una aplicación llamada Good2Go que permite consultar a otra persona si consiente tener relaciones sexuales. Quien recibe el mensaje puede contestar que "si", o que "si, pero hablemos..." o directamente "no". Es necesario resaltar que esta aplicación fue retirada poco tiempo después del lanzamiento, debido a diferentes objeciones que provocó, entre ellas cuestiones vinculadas con sus pocas medidas de seguridad.

Sin perjuicio de la corta vida de la aplicación, es cierto que podría parecer que ella  no aportó nada porque la misma pregunta que se hacía mediante Good2Go podría hacerse a otra persona utilizando otras aplicaciones. Pero lo que me llamó la atención es que, como se explica en una nota aparecida en Tech Crunch, el historial sobre las preguntas y respuestas quedaba en manos de un tercero (Good2Go).

Como dije antes, Good2Go tuvo poca vigencia y consecuentemente no hay estadísticas sobre cuántas personas se decidieron a usarla. Pero la posibilidad de dejar una huella digital sobre nuestra vida sexual, gracias a la creación de una aplicación como esta, es evidente. Entonces, para quien decide usar una aplicación así, con pleno conocimiento de que sus relaciones pueden en algún momento ser conocidas por terceros, una pregunta válida será: ¿considera esa persona que sus relaciones no son parte de su vida privada?

Una de las explicaciones de la creación de Good2Go tiene que ver con la intención de crear una cultura de "consentimiento" ante las denuncias por violación que existen en el ámbito de los campus de las universidades en los Estados Unidos; esta aplicación sería útil para "probar" que existió consentimiento por parte de quien pudiera ser un potencial denunciante. Podríamos entonces reformular la pregunta anterior: no tiene tanto que ver con sacar del ámbito de la vida privada a las relaciones sexuales sino que ese derecho no sería tan valioso frente a una posible denuncia.

Al mismo tiempo que me enteraba de la existencia de Good2Go, recordé la información sobre un estudio finalizado en 2012 en Alemania que concluyó que cuanto más información las personas exponen en las redes sociales, más reclaman por su privacidad. El autor del estudio, Sabine Trepte, profesor de la Universidad de Hohenheim en Stuttgart, señala que la paradoja es que hay insatisfacción por los beneficios que se obtienen por dar a conocer datos personales. Pero, agrego yo, esa insatisfacción no impide que se sigan dando a conocer los datos!

En cualquier caso, la reflexión es la misma: ¿que contenido le damos hoy al derecho a la privacidad? La utilización de aplicaciones como Good2Go dan lugar a pensar la posible necesidad de cambiar conceptos -tanto jurídicos como sociológicos- que hemos venido utilizando durante muchos años sobre qué se incluye dentro de la privacidad. O tal vez, todo deba quedar igual? Usted, lector o lectora, que opina?






[1] Agradezco a quién aportó la información relevante que disparó esta nota, Tomás Ramos, colaborador de la Iniciativa por la Libertad de Expresión en Internet (iLEI) del Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la Información -CELE-.


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