El asunto se
resume de este modo: acaba de lanzarse una aplicación llamada Good2Go que
permite consultar a otra persona si consiente tener relaciones sexuales. Quien
recibe el mensaje puede contestar que "si", o que "si, pero
hablemos..." o directamente "no". Es necesario resaltar que esta
aplicación fue retirada
poco tiempo después del lanzamiento, debido a diferentes objeciones que provocó,
entre ellas cuestiones vinculadas con sus pocas medidas de seguridad.
Sin perjuicio
de la corta vida de la aplicación, es cierto que podría parecer que ella no aportó nada porque la misma pregunta
que se hacía mediante Good2Go podría hacerse a otra persona utilizando otras
aplicaciones. Pero lo que me llamó la atención es que, como se explica en una
nota aparecida en Tech
Crunch, el historial sobre las preguntas y respuestas quedaba en manos de un
tercero (Good2Go).
Como dije
antes, Good2Go tuvo poca vigencia y consecuentemente no hay estadísticas sobre
cuántas personas se decidieron a usarla. Pero la posibilidad de dejar una
huella digital sobre nuestra vida sexual, gracias a la creación de una aplicación
como esta, es evidente. Entonces, para quien decide usar una aplicación así,
con pleno conocimiento de que sus relaciones pueden en algún momento ser
conocidas por terceros, una pregunta válida será: ¿considera esa persona que sus
relaciones no son parte de su vida privada?
Una de las
explicaciones de la creación de Good2Go tiene que ver con la intención de crear
una cultura de "consentimiento" ante las denuncias por violación que
existen en el ámbito de los campus de las universidades en los Estados Unidos; esta
aplicación sería útil para "probar" que existió consentimiento por
parte de quien pudiera ser un potencial denunciante. Podríamos entonces
reformular la pregunta anterior: no tiene tanto que ver con sacar del ámbito de
la vida privada a las relaciones sexuales sino que ese derecho no sería tan
valioso frente a una posible denuncia.
Al mismo tiempo
que me enteraba de la existencia de Good2Go, recordé la información
sobre un estudio finalizado en 2012 en Alemania que concluyó que cuanto más
información las personas exponen en las redes sociales, más reclaman por su
privacidad. El autor del estudio, Sabine Trepte, profesor de la Universidad de
Hohenheim en Stuttgart, señala que la paradoja es que hay insatisfacción por
los beneficios que se obtienen por dar a conocer datos personales. Pero, agrego
yo, esa insatisfacción no impide que se sigan dando a conocer los datos!
En cualquier
caso, la reflexión es la misma: ¿que contenido le damos hoy al derecho a la
privacidad? La utilización de aplicaciones como Good2Go dan lugar a pensar la
posible necesidad de cambiar conceptos -tanto jurídicos como sociológicos- que
hemos venido utilizando durante muchos años sobre qué se incluye dentro de la
privacidad. O tal vez, todo deba quedar igual? Usted, lector o lectora, que
opina?
[1] Agradezco a quién aportó la información relevante que disparó
esta nota, Tomás Ramos, colaborador de la Iniciativa por la Libertad de
Expresión en Internet (iLEI) del Centro de Estudios en Libertad de Expresión y
Acceso a la Información -CELE-.
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