14/10/12

Bush, Chavez y Lanata



Corría el año 2005 cuando la periodista del diario The New York Times fue encarcelada durante 85 días en los Estados Unidos por negarse a revelar la identidad de una fuente de información. La semana pasada, cuando los periodistas argentinos Jorge Lanata y Nicolás Wiñazki –entre otros- fueron detenidos en Venezuela e interrogados sobre quién les había entregado cierta documentación que hicieron pública, recordé inmediatamente el caso Miller. El parecido de ambos casos da que pensar: las políticas implementadas por George W. Bush, presidente de los Estados Unidos y Hugo Chavez Frías, presidente reelecto de la República Bolivariana son las que permiten que periodistas sean llevados a la cárcel cuando, entre otras cosas, se niegan a dar la identidad de sus fuentes. Bush y Chavez, en ese sentido se parecen bastante.

Por supuesto que ambos casos son diferentes en una cuestión que no es menor: Miller terminó en la cárcel después de un proceso judicial, donde tuvo oportunidad de defenderse. Lanata y Wiñazki no gozaron de esas garantías básicas en un estado de derecho. Pero más allá que ambos casos son similares por la consecuencia –detención, prolongada en el primer caso y breve en el segundo- provocada por la misma causa –negarse a revelar fuentes- hay otra similitud que me llamó la atención: a los periodistas argentinos se los interrogaba como partícipes de un espionaje al haber revelado un documento incómodo para el Gobierno. A Miller –y a otros periodistas- se los cuestionaba por negarse a revelar sus fuentes y entregar documentación en una investigación de filtración de la identidad de un operativo de la CIA, que también ponía incómodo al gobierno.

Recuerdo que respecto de la periodista Judith Miller, había voces que, muchas veces por lo bajo, llamaban a tener en cuenta “el tipo de periodismo” que ella hacía. Con los periodistas argentinos, escuché y leí argumentos similares. Me sorprende esa otra similitud dado que noto que en aquél momento como ahora se puede perder de vista lo que creo es importante: estamos frente a una cuestión de principios y ambos casos demuestran el mismo desprecio al principio 8 de la Declaración de Principios de Libertad de Expresión formulada hace más de una década por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que establece el derecho de todo comunicador social a mantener la confidencialidad de sus fuentes, notas y archivos personales y profesionales.

No se me escapa que la cuestión acerca de la reserva de fuentes es controversial en cuanto a su alcance y contenido jurídico. Si bien en Argentina, es una garantía que surge de la Constitución, ello no es así en todos lados. Pero mi punto principal es otro y en alguna medida, me referí a lo mismo cuando todavía me desempeñaba como Relator Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH. En 2005 publiqué una  nota editorial en el diario The Miami Herald donde expresaba que Estados Unidos se parecía a Cuba, porque en aquél momento, eran los dos únicos países en nuestro hemisferio que tenían tras las rejas a periodistas por ejercer su profesión. Hoy esa nota vuelve a tener para mi vigencia.

Es obvio y evidente que la intolerancia no es patrimonio de un cierto color en la política. Independientemente de nuestra valoración sobre cualquier gobierno de turno como de derecha o de izquierda o progresista o conservador, cuando de principios se trata, es importante defenderlos y alzar la voz con igual firmeza sea quien sea el que haya puesto en tela de juicio el ejercicio del periodismo sin restricciones dado que es uno de los valores más importantes de la democracia.

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