Casi me atrapa.
Suerte que me lo habían advertido. El lustrabotas (o
limpiabotas, bolero o shoeshine men,
depende donde uno se encuentre) de Estambul tiene una "tecnología"
que nunca vi. Está diseñada y aplicada al típico cajón donde contiene los
cepillos y las tinturas y cremas para zapatos. Conozco algo de esos cajoncitos
ya que de niño jugaba con uno que había sido de mi padre quien, por diversión o
necesidad -nunca lo supe o nunca lo quise saber-, lustró algún zapato en la
estación de trenes de su pueblo, Zárate, en la provincia de Buenos Aires. A
diferencia de mi cajoncito y de los que he visto en Buenos Aires, el cajón del
lustra-bota de Estambul permite que, mientras quien lo lleva en la mano camina,
una cuerda permite soltar uno de sus cepillos cuando lo desea.
El truco para
conseguir clientes es fácil: primero, elige el potencial cliente. Una vez que
lo avizora a unos pocos metros, va hacia él en dirección contraria. Justo antes
del encuentro, el cepillo cae, pero el lustra-botas simula no advertir la pérdida
y continúa su camino. El cliente elegido, educadamente se detiene, levanta el
cepillo, da la vuelta y lo llama. El lustrabotas, simula ahora sorpresa y
gratitud, se acerca y en un movimiento toma el cepillo, se sienta y comienza a
lustrar un zapato. El cliente es ahora el sorprendido, primero piensa que es sólo
gratitud, pero al rato advertirá que pagará por el servicio.
Buena idea la
del lustrabotas de Estambul. Para lustrar un zapato, lo primordial es que la
persona esté detenida. Si estuviera caminando es imposible empezar la operación.
Y una vez comenzada, es difícil decir que no o no pagar por ella sin ser
demasiado maleducado -sobre todo porque el cliente no sabe del truco, del que
se enterará posiblemente si sigue caminando y se da cuenta que a todos los
lustra botas se le caen los cepillos!.
Esta semana mi
actividad académica es la que me trajo a Estambul, para participar del Internet Governance Forum (IGF) donde se
discuten muchas cuestiones vinculadas a regulaciones de Internet. Aquí están
presentes personas de sectores de la sociedad civil, de las empresas, de los
gobiernos. En las reuniones que asisto, veo demasiados zapatos bien lustrados.
Evidentemente, la tecnología funciona bien, por lo que nada le indica al
lustra-bota que debe cambiarla. Y mientras aquí se debaten cambios en distintos
aspectos que tienen que ver con Internet tal como la conocemos, me pregunto
sobre la necesidad de esos cambios. Será que funciona tan mal que los cambios
que se proponen hacen falta? O deberíamos hacer como el lustrabotas: si
funciona, la "tecnología" que permite ese funcionamiento no conviene
cambiarla. Sólo una reflexión para seguir pensando sobre cómo funciona y cómo
está gobernado Internet.
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