(este artículo fue originalmente publicado en Inglés* en The Huffington Post. Ver original en http://www.huffingtonpost.com/eduardo-bertoni/the-right-to-be-forgotten_b_5870664.html )
Recientemente
discutíamos con colegas de América Latina las implicancias de una decisión del
Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea que, tal como ha sido
ampliamente difundido, conlleva la implementación de lo que se ha dado en
llamar "el derecho al olvido". Alguien que participaba en la
discusión resaltó que, sin perjuicio del contenido de este "derecho",
el nombre ya era un agravio para América Latina donde, en lugar de imponer el
olvido se ha estado peleando en las últimas décadas por la verdad de lo ocurrido durante los oscuros años
de dictaduras militares. Búsqueda de la verdad y olvido son contradictorios y
por sólo ello ya debería llamarnos
la atención.
Sin
duda mi colega tuvo un argumento válido. Si quienes estuvieron involucrados en
violaciones masivas de derechos humanos pudieran solicitar, sin perjuicio del
resultado de la solicitud, a un buscador de información en Internet (Google,
Yahoo, o el que se nos ocurra) que esa información no sea posible de encontrar
bajo argumentos, por ejemplo, que es información extemporánea, resulta, por decirlo suavemente, un insulto a
nuestra historia. Sin embargo, me parece oportuno hacer algunas otras
reflexiones que me conducen a afirmar que la discusión disparada por la
sentencia en Europa tiene consecuencias mucho más negativas. Dado que la
instalación de este "derecho" empieza a permear en algunos países de
nuestra región con el modo de reformas legislativas o pedidos judiciales para
implementarlo, creo que estas reflexiones pueden contribuir a esta discusión
global.
Empecemos
por el principio: el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea dictó este año una sentencia
donde declaró que "[...] el gestor
de un motor de búsqueda está obligado a eliminar de la lista de resultados
obtenida tras una búsqueda efectuada a partir del nombre de una persona
vínculos a páginas web, publicadas por terceros y que contienen información
relativa a esta persona". De esta manera el Tribunal convalidó lo que
muchos llaman "derecho al olvido". En verdad, es muy importante
entender que lo único que establece es una suerte de "derecho a no ser indexado por el buscador". En otras palabras, la información que se
pretende olvidar no se borra, queda en el sitio donde está, porque el buscador no
puede borrarla. En su lugar, se lo obliga a que simplemente no nos dirija a ese
sitio.
Aquí
radica el primer problema entre quienes impulsan un "derecho al
olvido" que, en realidad, no olvida nada. Sólo profundiza las diferencias
entre quienes saben dónde está la información y la buscan directamente y
quienes, dado que no lo saben, necesitan la ayuda de un motor de búsqueda. No
hay información para algunos, pero sí hay información para muchos otros.
El
segundo problema es igualmente grave: el Tribunal de Justicia deja que la
decisión sobre qué podemos conocer en el mundo digital y gracias a Internet,
quede en manos de los privados que gestionan los motores de búsqueda. Lamentablemente,
Google, a quien está dirigida principalmente la sentencia, ha decidido aceptar
esa enorme responsabilidad. Es posible que no sean de buena gana los esfuerzos
que está haciendo esta empresa para analizar en qué casos no indexará sitios
disponibles en Internet cuando sea requerido en países de la Unión Europea. Pero,
al final del día, lo cierto es que Google ha aceptado ser un tribunal de
censura para cumplir con la sentencia.
Tercer
problema: hay una idea "mágica" del derecho al olvido en el mundo
digital que algunos creen que, una vez instalado, hace desaparecer información
de Internet. Malas noticias para ellos: en la era digital, nada
—o casi nada— desaparece. En realidad, si un sitio no está
indexado para una búsqueda que se haga desde una computadora conectada a la
Internet en países de la UE, que es lo que ordena la sentencia del Tribunal, se
genera una asimetría de la información entre quien está sentado, digamos en
Madrid y busca datos y quien hace exactamente lo mismo, pero sentado en Bogotá.
Esta asimetría en la información genera una desigualdad intolerable entre los
habitantes de este planeta.
Asimetría
en la información, desigualdad y censura privada son los denominadores comunes
de las consecuencias de la sentencia europea y de algunas propuestas fuera de
ese continente. Pero si estos problemas son sencillos de detectar,¿por qué
estamos discutiendo el "derecho al olvido"?
Tal
vez la respuesta la encontremos en lo que Peter
Fleischer, abogado experto en privacidad y
asesor de Google, dijo recientemente en
su blog:
“El 'derecho al olvido' es un eslogan político muy exitoso. Y como todos los
eslóganes políticos exitosos, es como un Test de Rorschach. La gente puede ver
en él lo que quiera”. Por un lado, jueces y legisladores, posiblemente sin
estudiar acabadamente las consecuencias, "ven" en este derecho una
necesidad para la protección de la privacidad; por el otro, los defensores del
derecho a la libertad de expresión, a la información y a la búsqueda de la
verdad "ven" sus desventajas. Tal vez, la respuesta sea la que propone
Jonathan Zittrain, autor del libro The
Future of Internet and How to Stop It: “El
camino hacia adelante probablemente no es un derecho legal sino una estructura
que permita a quienes difunden información construir conexiones con los sujetos
de sus discusiones”. En términos prácticos, ello significaría generar
mecanismos de diálogo entre las personas involucradas en el manejo de la información.
Quien se siente agraviado por una información accesible en linea, debería poder
replicarla y el propio buscador podría tener una herramienta que lo habilitara.
Más información, no menos. Y así, dejar de hablar de un derecho al
"olvido" que en América Latina resulta, incluso por su nombre,
ofensivo.
*Sophia Sadinsky, pas ante en el CELE, contribuyó con la versión en Inglés de este artículo.